FORO CÓMICS "Viñetas en la Cortiza" surge como blog para la difusión y recomendación de obras del llamado Noveno Arte, por parte de un grupo de profesores y amigos del IES Loustau Valverde, centro educativo sito en la localidad cacereña de Valencia de Alcántara.

sábado, 19 de enero de 2013

Watchmen




Clint Eastwood, cuando estrenó su “Sin Perdón” (Unforgiven, 1992), comentó que, a su parecer, aquella debería ser la última película del oeste. De hecho, con ella su director rompe con los viejos tópicos del género, abordando la narración desde una visión más realista, profunda y humana: el pistolero mata, sí, pero queda la duda, la culpa, los fantasmas… Algo así, creo, debió pensar Alan Moore cuando escribió el guión de, en mi opinión, su obra más redonda, “Watchmen”: este debería ser el último cómic de superhéroes.

Imaginemos lo siguiente: los superhéroes existen de verdad, conviven en la sociedad como un ciudadano más, pero cuando lo estiman oportuno se disfrazan, se ponen unas mallas, una capa, una máscara o antifaz, y salen a la calle a defender aquello que creen justo. No tienen poderes especiales, no pueden volar ni saltar desde un quinto piso y caer elegantemente sobre las calles de la ciudad, en pos del cruel villano. No. De hacer esto sin más ni más se partirían la crisma contra el acerado de Nueva York, Manhattan o Gotham City, como prefiráis, como el común de los mortales. ¿Qué mueve a una persona a dar ese paso? ¿Por qué plantearse esa personal lucha contra el crimen? ¿Un anhelo de justicia y libertad? ¿Deseos de venganza? ¿Egolatría? ¿Necesidad de huir de uno mismo? ¿Trastornos de personalidad? Alan Moore parte de esta perspectiva en “Watchmen” presentándonos un variopinto abanico de personajes de todo tipo y condición: el Comediante, Rorschach, Ozymandias, Búho Nocturno, Espectro de Seda, el Doctor Manhattan… Cada uno de ellos tiene su pasado, su formación humana, sus pasiones y frustraciones. De todos ellos, el único que posee poderes es el último: debido a un accidente, Jon Osterman queda convertido en un ente sobrehumano, con capacidad para crear y destruir a su antojo, para moverse en el espacio y el tiempo: un dios que va progresivamente deshumanizándose y alejándose de todo lo que hasta entonces le rodea o le preocupa.

Con este planteamiento se va desarrollando esta novela gráfica en doce capítulos, con un guión detallista, denso y profundo, con cuestionamientos morales y filosóficos. El dibujo de la obra corre a cargo de Dave Gibbons, que responde al reto con un estilo preciso y detallista, con dominio del plano y del encuadre.

No ha sido “Watchmen” el último cómic de superhéroes, pero, sin duda, ha marcado un antes y un después en ese género en el que ahonda e investiga y que, a mi parecer, eleva y trasciende.

Pablo Calvo

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