En 1932, Luis
Buñuel y un pequeño equipo de rodaje se trasladaron desde París a Las
Hurdes para realizar una película – documental sobre la que era entonces una de
las zonas más deprimidas de España. Surgió así “Las Hurdes, tierra sin pan”,
obra que causó gran controversia y polémica, tanto por la dureza de las
situaciones que muestra, como por la acusación de construir escenas para
acentuar lo cruento de esa realidad del momento.
En 2008, el autor
extremeño Fermín Solís publica el
cómic “Buñuel en el laberinto de las tortugas”. Para ello desanda los pasos del
cineasta aragonés por la tierra hurdana e investiga en la leyenda que pesa
sobre su rodaje. De tal labor surge el guión de esta excelente obra, que fue
nominada al Premio Nacional de España en el año de su publicación. El cómic nos
muestra el período previo al rodaje de la película: Buñuel y Ramón Acín (que será después el
productor del documental) charlando, bebiendo y deambulando por las calles de
París, decidiendo si hacer o no un mediometraje que muestre la pobreza y
desolación de un territorio olvidado de la España profunda. Y luego llegamos a aquellas
Hurdes, a sus pequeños casetos alumbrados por candiles solitarios donde
conviven personas y bestias. El lenguaje de sus habitantes, lo lóbrego del
paisaje, la tierra estéril. Todo ello se entremezcla en la obra al mostrarnos
el proceso creativo de Luis Buñuel, el surrealismo, su personalidad
provocadora, junto a sus sueños y obsesiones.
Fermín Solís tiene un
estilo propio, distinto. La línea es limpia; los rasgos de sus personajes,
acentuados. En este laberinto de tortugas traza imágenes que se me antojan
embebidas de expresionismo y surrealismo. Y consigue crear atmósfera, poetizar
sin palabras: solo la viñeta libre, detenida, en el profundo blanco y negro.
Pablo Calvo
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