El
acercamiento a las historias relacionadas con el Lejano Oeste americano, hay
que hacerlo desde una perspectiva literaria enfocada únicamente al
entretenimiento ( que ya es bastante ). En ningún modo debemos intentar
agarrarnos a los referentes históricos de la colonización del Oeste americano
pues esta vía nos decepcionaría en gran manera. Para esto ya están los libros
de historia que informan convenientemente de los pormenores de esta empresa.
En
mi opinión ese es el mérito de las películas, las novelas populares y sobre
todo las historietas o comics que han tratado el género del Western: el
establecimiento de un aura mítica que envuelve a todos los protagonistas de
estas historias. Esta mitificación ha conectado con un amplio sector de la
población no solo en los EEUU, sino prácticamente en todo el mundo y ha
permitido la aparición de grandes creadores de historias e historietas no
yanquis que se mueven como pez en el agua en este mundo.
Este
es el caso del extraordinario guionista belga Jean Michel Charlier, cuya
asociación con el excelente dibujante francés Jean Giraud, conocido
posteriormente como Moebius, provocó la aparición del mejor comic de
western a nivel mundial: Blueberry.
Pendenciero,
aficionado al juego, al alcohol y a las
mujeres, el teniente vive mil y una aventuras a lo largo de los diferentes
números de la saga, encarnando un prototipo de héroe, sin grandes ideales y ni
mucho menos ejemplar aunque honesto y amigo de sus amigos.
Los
sólidos guiones y las aventuras perfectamente entrelazadas y conectadas entre
sí se complementan con el cuidadoso dibujo de Giraud, meticuloso y rico en mil
detalles que obliga a pasear la mirada por la totalidad de la viñeta para
descubrir y recrearse en esos detalles.
Son
estas cualidades las que convierten este cómic en una pequeña obra de arte y a
su protagonista en un personaje atractivo, real y creíble en una época en la
que salvo raras excepciones nadie cree en superhéroes.
Diego Trevejo
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