¿Dónde se encuentra la realidad, la esencia, de las cosas? ¿Es
posible, acaso, lanzarle un lazo y aprehenderla de algún modo? Ciertamente la
respuesta es compleja. Dijo alguien una vez que el auténtico poeta es aquel que
es capaz de abrir un pequeño agujerito en la opacidad del día a día y
trascenderlo: mostrar que esto que hacemos o que nos pasa, a veces, no es
solamente un deambular dando palos de
ciego, guiados por una vaga inercia que nos desconcierta.
Ayer hubo
temporal: el aire azotaba con fiereza los cristales del Taller de Electricidad
en el instituto y la lluvia trazaba arabescos en su caída de relámpago contra
las piedras del patio. En un impás de silencio, una pausa, un sí es no es: las
gotas de agua rodaban lentas, formando cúmulos efímeros para caer entre las
rendijas de una alcantarilla; y al golpear en el fondo generaban un eco, un
suave compás, una hermosa armonía que ya se perdió para siempre. Entonces me
acordé otra vez de Marco, el
protagonista de “Los combates cotidianos”.
Marco es un
joven fotógrafo que ha necesitado dar un paso atrás y observar su vida desde
otro prisma: ha abandonado el cobijo paterno y se ha ido a vivir alejado de
todo, en una casita en medio del campo; ha dejado su trabajo como corresponsal
de guerra, en que con su cámara mostraba el horror y el absurdo en los rostros
de los desamparados. Marco es un tipo normal. Podríamos ser cualquiera de
nosotros. Es hijo y hermano. Es dueño de un gato indomable. Ha conocido a una
chica con la mantiene una relación, aunque huye del compromiso. Es observador.
Fuma como un descosido. Padece ataques de pánico. No sabe adónde va. Replantearse
las cosas. Volver a empezar. Ese es el punto de partida.
Manu Larcenet narra en
esta obra en cuatro volúmenes una historia sobre lo cotidiano deteniéndose en
las cosas pequeñas, en las miradas, en los caminos y las carreteras, en los
recuerdos de la infancia y en las vivencias del presente, en aquel buque que
cruza el horizonte al anochecer. Muestra el conflicto del individuo, el
generacional y las contradicciones sociales. Su guión es fluido y auténtico; su
dibujo, expresivo, plagado de detalle, con gran dominio del color. Esta obra me
hizo reflexionar y, he de reconocerlo sin rodeos, me conmovió en lo profundo.
Pablo Calvo
Tengo ganas de leer este cómic. Me ha gustado mucho la sugerencia.
ResponderEliminarUn abrazote